Se rebelaba a escondidas, como un modo de reflexionar sobre el esfuerzo. Pero acató, acató y acató y se sometió a la rutina, a la constancia, por una meta clara, por un camino seguro, por subir alguna montaña. Con mucho esfuerzo, mucha disciplina, mucha lentitud, paso por paso, por una subida sin escalones. Hasta que conoció la altura, aunque no llegó aún a la cima.
Se manejo con la modestia, la cuasi verguenza de su propia ambición. Se sacrificó pero acató al tiempo, se arrodilló al Dios Cronos. Y el Dios se presentó ante él y lo puso de pié.