Es dueño de un bar, pero entre otros dueños más. Lleva el negocio de la noche y se hizo exitoso. Pero vive aislado de la sociedad, aunque está presente todas las noches. Tiene cierto misterio por su inconmovible silencio, pero cuando habla es arrogante, pedante y descreido de los demás. No escucha ni quiere escuchar.
Una noche de las tantas, conoció a una mujer y la convenció de acompañarlo a un viaje, mientras que mostraba que el amor casi no le importaba. La mujer lo acompañó. El le pagó todo, la invitó a comer, la sedujo con la plata, con su supuesto desapego y visión de negocios.
Y a pesar de ir pegados todo el viaje, la distancia entre ellos era de años luz. La besó, la halagó y hasta le prometió trabajo y futuro.
Cuando llegó la noche, se acostaron juntos. Se besaron un rato. Ella hermosa, perfectamente atractiva, dispuesta al sexo de adultos libremente... pero él la tocaba bruscamente, sin ritmos ni tiempos. Como escapando de la pasión. No hubo encuentro más frío en la vida de esa mujer. Para él en cambio era un momento de segregar semen, simplemente, lo único caliente de su vida.
Su propio vació lo proyectó en ella. Un vacío que ninguna realidad ni sensación podrían jamaz llenar. Ella cedió su necesidad. Y durmieron tan alejados como dormían cuando todavía no se conocían. Al otro día volvieron del viaje. El le prometió trabajo y futuro de vuelta. La volvió a invitar a comer, convenciendose de ser generoso y altruista. Creido de hacerle un favor y humillando la dependencia de ella. Al llegar a la ciudad, la dejó en su casa y nunca más la vió.
Para ella nada pasó. No pudo recordarlo, ni para criticarlo. Conoció el polo norte y esto había sucedido en el ecuador.