Otro representante del Dios de los Mares, empezó a habitar la tierra desde el año 1968 y creció en la modernidad de los negocios. Su vocación era una excusa social, para traslardarse por la osca realidad que lo engranaba con otras realidades de otros seres. Su forma de relacionarse seudo timida y apagada nunca lo favoreció, pero lo que él llamaba suerte lo perseguía.
Cuando una causa era insuperable, un efecto lo favorecía afortunadamente. Y sin cambiar su cara y gesto habitual, se dio cuenta que la suerte no era la palabra, sino que comprendió el significado de la intuición.
Se hizo adulto empresario, hábil, seco, intrigante pero no era su caracter lo que rendía efectos afortunados sino lo que él intuía antes de expresarse. Lo que para sus amigos era azar de destino, para él era un efecto de una intuición alerta, ejercida de antemano en todo lo que después iba a ejecutar.
Se hizo rico; jamaz cambió su temple frío y separativo, su aire de grandeza macrocosmica en donde todo ente físico podía ser utilitario. El progreso continuaba y la intuición nunca le fallaba.
Para el grupo empresarial en el que se fusionó ariscamente, él era el verdadero comerciante, el que ponía la cara dura de intereses económicos sin emociones.
La virtualidad de la realidad, hizo que nadie viera en él la emoción, que fue siempre lo único que lo llevó por unos caminos y no por otros.
Pero su mayor talento era otro: intuir las corrientes de agua y mareas con total desapego, sin anclar en ninguna coordenada oceánica y sin desembocar en ningún río ni tampoco ocuparse de lagunas estancadas.