Saturno en el Ascendente

Los huesos de su cuerpo parecen todos proporcionales con la cantidad de carne que tienen alrededor. Su contextura es erguida, como su espalda en vertical permanente y toda su apariencia  firme como su gesto primero. Aparece ante mis ojos como un ser inconmovible. Mi torpeza es su crítica. Mi sonrisa es su antagónica proyección. Quise abrirle la puerta de sus secretos y me abrió la puerta de sus sombras. Hacía frío ahí adentro. El esfuerzo que hizo para volver a cerrar la puerta lo dejó taciturno y solitario. Otra vez quise conmoverlo con mis aflicciones....para nada surtió efecto. Las ocupaciones y la lucha diaria por soportar su propio clima lo mantenían demasiado ocupado y para nada distraído. Su absoluta e incomensurable sensación de pobreza interior y conducta precisa lo obligaban a comprometerse consigo mismo. Sus carnes también parecían de tanto en tanto sus mismo huesos. Se puso al tiempo de espaldas y dejó que pasaran por detrás de él las imágenes de colores, él se ocupaba de las  blanco y negro.... Una vez que se dio vuelta....mostró lo que había conseguido. Había estado planeando su guarida, su mora, su cueva, había confeccionado su traje gris, le había crecido su barba blanca, había construido su disciplinado monasterio y las sombras podían permanecer afuera.