Transito de Neptuno cuadratura Sol

Nadie lo veía mientras caminaba agachado, con cara de aterrado, mirando de reojo las ventanas porque alguien entraría a matarlo. Toda la atención estaba puesta en el peligro que iba a ocurrir si no cerraba las ventanas mientras los amigos reunidos conversaban. Solo escuchaba los ruidos de la calle, pensando que en cualquier instante aparecería un intruso asesino y provocaría una masacre. Caminaba de un lado al otro para encontrar el momento justo para cerrarlas hasta que un amigo las cerró y  él quiso advertirle del peligro pero no pudo decir nada, solo un gesto con sus ojos bien abiertos que nadie percibió.  Ahora las ventanas estaban cerradas pero  las voces de sus amigos eran pulsos eléctricos en su cerebro, las risas eran metralletas y pronto las puertas sin llave lo empezaron a preocupar. Volvió a su posición agachada, con los hombros levantados y la cara de desesperación, mudo pero caóticamente alterado, trataba de  sintonizar los ruidos de afuera porque debía estar preparado para lo peor. Se ocupó de buscar un cuchillo y acercarse sin hacer ni un paso en falso  a la puerta de entrada para poder cerrarla bien, pero antes espió por la cerradura para averiguar quién estaría observandolo.... Poner el ojo ahí también lo asustaba. Entonces metió llave y cerró con dos vueltas. Volvió a donde estaban todos reunidos con pasitos muy lentos y sigilosos.
Sin calmarse jamaz, gesticulaba sin sonidos, sus ojos palpitaban lo incierto del momento, paranoico por otras puertas y ventanas, oía hasta las respiraciones ajenas. Así soportaba en agonía los efectos de la cocaína con otras drogas.

Al otro día habló con su mejor  amigo invisible, único y verdadero: -Dios, salvame de este infierno.-

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