La psiquiatra lo atendía dos veces por semana. El no hablaba mucho, parecía no sentir todo lo que le estaba contando a ella. Su vida estaba en un caos total. Las mujeres lo tenían ocupado todo el tiempo y las sesiones eran exclusivamente de ese tema. El era un hombre bastante mayor, decía tener cientos de amantes pero ni una compañera, ni una fiel historia de amor. Y cuando sentía locura iba al casino o al cine solo.
En tantos años de atenderse con la psiquiatra, intentó convencerla de todas sus mentiras, pero la mujer encontró la verdad. El hombre era casado, con varios hijos; un feroz jugador compulsivo que perdió todo, adicto a los ansiolíticos, llegó a embargar su casa, perdiendo la familia y en ese caos, se ocupaba aún de mentir a quien pudiera auxiliarlo. Cuando la psiquiatra reveló con él su realidad, el hombre empezó un tratamiento con otra mujer.
En tantos años de atenderse con la psiquiatra, intentó convencerla de todas sus mentiras, pero la mujer encontró la verdad. El hombre era casado, con varios hijos; un feroz jugador compulsivo que perdió todo, adicto a los ansiolíticos, llegó a embargar su casa, perdiendo la familia y en ese caos, se ocupaba aún de mentir a quien pudiera auxiliarlo. Cuando la psiquiatra reveló con él su realidad, el hombre empezó un tratamiento con otra mujer.
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