En silencio está permanentemente, observando con esos ojos intensos a la gente y a su plato de comida vacío que espera hace rato y por ansias su humor empieza a cambiar al peor de las seriedades, si no cambia la escena, si la moza no viene, si su hambre no es calmado.
Ella devorará y volverá a su humor irónico por saberse saciada pero no para siempre, con risas solo por dentro, mostrando la imposibilidad de soltarse en unas carcajadas, sin encontrar el sabor de la vida porque no lo traga, pero sí lo ve, con su eterna y profunda mirada. El mundo entra en ella como la comida, y cuando tiene hambre devora con su presencia y devora con su vista.