La familia reunida y el chiquito aparece en medio de la sala de estar y todos lo aplauden y chiflan y gritan su nombre alégrándose que haga una escena de algo...porque es adorado. Dentro suyo la inocencia, en frente suyo la imagen de sus tíos, primos, sus padres, su madre especialmente orgullosa y hasta las dos abuelas observándolo....pero siente que una de ellas, una de sus abuelas, la que osa prepotear acerca de su historia y sus aventuras, no lo aplaude con admiración. Le falta su calor. Un personaje de su público no se alegra al verlo. Y mientras él agradece graciosamente, como un niño cálido, se retira de la escena pero se da vuelta para mirar la arrogancia de esa abuela que no se mostraba de la misma manera que los demás. Entonces impulsivamente pasó por su lado y tropezó frente a ella.....sin golpearse, se levantó, rió y la miró, pero no logró ser su foco de atención. Más tarde cuando esa abuela se despidió, él actuó de dormido y no la saludó. Costó mucho que disfrute de verla en otras reuniones y costó mucho ser espontáneo con ella.
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