El marido le dijo que no lo haga. Que no estudie, que no cosa, que no salga de su casa si no es para trabajar. Ella limpia casas. Está muy furiosa de que la reprima así, pero no puede tomar decisiones. El marido le aplasta la cabeza con su mano vieja y sus músculos cansados. Ella no puede desobedecer porque está siempre muy ocupada con quehaceres diarios y domésticos. El marido no la deja atravesar ninguna emoción alentadora del mundo exterior. Está suspendida a ser una señora de la casa, esposa de alguien. Pero ha pasado mucho tiempo y es hora de pedir a ese hombre la independencia, necesita cortar la relación de alguna forma y comenzar otras actividades sin que nadie la hostigue.
La máquina de coser que ella siempre tiene cubierta de una tela para protegerla, en una esquina de su comedor, está sin polvo pero sin uso tampoco. Ella planeaba en silencio ser algún día la costurera del barrio, pero nunca tenía tiempo ni para remendar algunas prendas de sus tantos hijos. Y aunque ganas no le faltaba se sentía impedida fuertemente por su matrimonio a iniciar alguna actividad extra y más creativa. Así se acumulaban prendas e ideas en su ambiente tenso y oprimido de violencia. El marido se había convertido en un dictador y ella con tesón tomó la decisión de separarse y sacar afuera de su vida a aquel déspota, manipulador.
Una vez que el hombre se fue de la casa, la mujer comenzó a poner orden en esos dos ambientes en los
que vivía y cambió los muebles de lugar, arregló marcos rotos, lijó paredes, pintó puertas, con su delgada figura movió mesas, levantó camas y puso orden donde faltaba. Hasta que limpiando esa esquina que ocupaba su máquina de coser, descuidó el movimiento con brusquedad y torpeza y cayó hacia atras rompiéndose violentamente.
que vivía y cambió los muebles de lugar, arregló marcos rotos, lijó paredes, pintó puertas, con su delgada figura movió mesas, levantó camas y puso orden donde faltaba. Hasta que limpiando esa esquina que ocupaba su máquina de coser, descuidó el movimiento con brusquedad y torpeza y cayó hacia atras rompiéndose violentamente.
Quedó estupefacta con semejante ruido y golpe, al menos no había caído sobre su pié, pero ya no funcionaba. Quedó paralizada por su acción. Pensó en que tal vez arreglándola pudiera seguir cosiendo, pero era muy caro. La levantó y volvió a cubrirla con aquella tela, en un costado de su comedor, esperando algún día poder ahorrar para darle nuevamente uso. La mujer, ya separada y direccionando su vida, había introyectado a su ex marido cobrando vida en ella cuando volvió a sentirse limitada... por su propia acción, por su
culpa, su energía.
Siempre fue su energía todo lo que le estaba ocurriendo.
culpa, su energía.
Siempre fue su energía todo lo que le estaba ocurriendo.
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