El plan era viajar para llevar el producto que vendían a otras tierras, propagar el negocio, entusiasmandose con vender mucho y organizar la vida con la plata para que sea redituable el emprendimiento. El viaje tenía todos los costos pensados con fecha de ida y vuelta, gastos, pasajes y la metodología de siempre. Pero se retrasaba por varios factores, tuvieron que registrar la marca, firmar poderes, pedir préstamos iniciales y poner todo en orden con la aduana, con la mercadería permitida, etc. Todo sufría retrasos hasta que un envión hacia adelante permitió al fin el viaje y con la sensación de un posible fraude se fueron en busca de la expansión. Al mismo tiempo su pareja tenía diferencias importantes con ella; el asunto de convivir y obtener ganancias juntos se veía un poco bastardeado. Habían surgido malos entendidos con la sociedad, la identidad de la marca, el logo, ciertos detalles que descuidó ella, los había manipulado él y eso generó una desconfianza general. De todas formas viajaron porque estaba en sus planes y no habia marcha atrás en el asunto. El propósito fundamental era hacer negocio y se fueron.
La estadía fue un calvario de inconformismos y desorden. El contexto social no ayudaba, no había mucho turismo por esas zonas, lo que vendían no llegaba a cubrir las expectativas y aunque no hubo pérdidas, las ganancias eran pobres y la relación también paralelamente. Al regreso plantearon cómo compartir las culpas. Eran dos arrogantes fríos y pesimistas que veían el ajuste económico como un fracaso compartido. Alguno de los dos debía colmar de ansias el futuro y no había forma de confiar en nada por el momento. Entonces como en huelga en un abrupto corte terminaron la relación lo que permitió al tiempo ser el protagonista y ajustar ánimos y entusiasmos nuevamente con más responsabilidad. La situación mejoró y volvió a atraerlos y el aprendizaje sobre negocios quedó como anécdota.
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