Tiró el libro a la basura. Primero lo cerró con odio y lo dejó en su mesa de luz. Pero podía sentirlo a su lado poderoso y encendido con sus ideas fermentadas y venenosas. La estaba afectando tanto que tuvo que levantarse y buscar una protección, buscó una tela blanca de sábana vieja y lo envolvió. Lo puso en su armario, tapado por varias otras cosas y se recostó en su cama. Intentando dormir volvía esa oración a su mente que la había herido y se aunó al sueño en una pesadilla de sangre, luna llena, hombres lobos y muerte. Despertó contaminada por el miedo, vulnerable a los demonios, absorbida por el abismo del infierno y se levantó a buscar el libro escondido. Había leído hasta la quinta hoja de casi trescientas inducida por el título que proponía asesinatos en luna llena pero la obsesionó una oración: "Dios es un licántropo". La perturbación fue inmediata, quedó indignada como aquel día que alguien le había dicho que los adultos con amigos invisibles eran estúpidos, refiriéndose a las religiones y sus dioses intangibles y omnipresentes. Pero esta vez no era discutible ni debatible, un libro había abusado de sus creencias y la dejó mentalmente enterrada y confrontada con un autor también invisible.
Tomó el libro de nuevo y así envuelto como estaba lo tiró a la basura. Pero incluso ahí lo sentía presente, vibrando su poder, tiñiendo la energía de la casa, pero ella no permitiría la influencia extrema. La basura era el mejor lugar para dejarlo.
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