Marte en el Ascendente

La hora para almorzar o descansar es sagrada para cualquiera en cualquier trabajo. Es indispensable tener un tiempo de ocio para retomar actividades. Nadie puede negarlo.

Pero a ella qué le importa,  el descanso ajeno es debilidad. Ella sigue levantando, arreglando, moviendo, sacando, poniendo, juntando, llevando, trayendo cosas. Le piden que se quede tranquila esperando. Nada peor le pueden aconsejar. Está hiperactiva aunque esté cansada. La dormiría más quedarse quieta junto al tiempo muerto y además sus venas corriendo sangre en constante movimiento nunca la dejan en paz.

Y ni almuerza ni descansa. Se mueve, de acá para allá. Haciendo, lo que a nadie se le ocurriría hacer y antes que ser dirigida, se dirige ella misma. Y chiquita como es, petisa, ágil y hábil es capaz de acelerar recorridos y hacer lo que hacen varios por su propia cuenta. Y no busca el aplauso o la gratificación, es simplemente la acción en vivo. Y alguien la para, la calma y le pide que espere como los demás pero valiente propone iniciar algo y lo muestra, lo hace. Y con ese tamaño, esa altura, va topando el camino de esperas y valientemente sale del letargo como inyección de vitaminas y se planta firmemente en su avance y pretende hacer en menos tiempo lo que nadie haría. Y no lo pretende solamente, lo ejecuta y lleva a cabo hasta el final. Y agotada llega a su casa, sin hambre, con la fuerza de haber defendido su ser de cualquier debilidad transitoria. Y así se mueve, continuamente, como si siguiera el circuito sanguíneo hacia el cerebro, simplemente sigue su naturaleza, aunque se duda si es actuación o genuino acontecer.