Sol en Casa VII

-Casarme? si ya vivimos juntos y hace bastante!
Eso quedó en la cabeza de la mujer cuando escuchó la respuesta de su hipotético marido, al que así llama desde que están juntos. En todas las reuniones  uno de ellos aparece con esa extensión de cuerpo que es el otro, por su costado o por detrás.  El otro es su su estabilidad, su complicidad. Han hecho un equipo de existencia. Dificil de romper, dificil también de comparar. No sería un matrimonio muy corriente aunque se casaran ya mismo con todos los rituales necesarios. Son uno para el otro. Nadie los ve separados ni en sociedad ni en soledad. Son una pareja consolidada desde la economía, el trabajo, la convivencia.
 -Claro que nos podemos casar, pero no nos cambiaría en nada,  amor.

Así volvió a hablar su "marido" al notarla callada y ella sonrió. Se preparaban para una cena en su casa. Ella podría anunciar eso entre la gente que recibiera esa noche. Sería como un motivo de fiesta. La agotó pensar en la cantidad de gente que debería invitar. Los arreglos, la comida, los vestidos.

- Sin festejo podría ser, casamiento civil nada más y un lunch para los íntimos.

agregó ella, extenuada por la excitación. El aceptó.

Unos meses después se casaron. El lugar se llenó de amigos y familiares, íntimo pero gigante. Son muchos los seres que los rondan, por el trabajo de él y por las amistades de ella.

Casarse fue hacer un trámite, emociones no había, solo firmaban un papel para compartir todo y dividirlo bien a la hora de separarse. Tantos años de convivencia, lo que era idílico fue más bien una puesta en escena de ideas atrasadas, de algo evidente, de un amor comprometido desde varios niveles.

Cuando volvieron a su casa, juntos, recién casados, ella abrió su habitación y en la cama estaban las mismas flores, aquellas que él también le regaló el día que se fueron a vivir juntos, día que cumplían un año de conocerse, día que coincidía con el mes en que se casaban. Y una tarjeta que decía: feliz siete años de amor y feliz cumpleaños atrasado.