Un personal trainner le tocaría el timbre a las ocho de la mañana para comenzar una actividad física que le propusieron para salir de ese stress en que el está. Y el deporte le haría bien. Cuando el timbre sonó no estaba preparada para el encuentro. Retrasó las cosas demasiado pero finalmente salió de su casa y fue con el guía que le habían recomendado. Estaba tensa, poco espontánea. El entrenador exigía atención. Ella se sentía pinchada a obedecer o por el contrario, imponer su tosudez. Al principio fueron ejercicios de mucho esfuerzo y una media hora después la exigencia corporal era mayor y pidió descanso. El hombre le pidió que corra varias vueltas alrededor de unos árboles que había en aquella plaza. Ella hizo caso presionada y nada a gusto con la situación. Corría con mucho esfuerzo y agitación. De las diez vueltas que debía dar solo dio tres cuando empezó a caminar agotada y quejosa. El hombre tocó el silbato y con un gesto a lo lejos incentivó a seguir con el mismo ritmo las vueltas que quedaban. Ella veía el enojo en él. Y el enojo en ella misma. No correría más, no soportaría esa disciplina del deporte todas las mañanas. El hombre no le agradaba. Pero acostumbrada al reto y la sobre exigencia de la infancia cuando la obligaban a hacer tareas de la casa y si no las cumplía venían los castigos con algunos ataques de furia y encierros. O cuando más grande sentía la culpa de no tener demasiados deseos de nada y el bloqueo era constante para activar la vida. Si en cada movimiento había que demostrar exagerados compromisos y logros.
Quiso gritarle desde esa distancia al entrenador que claudicaba, que renunciaba, que bajaba los brazos a tanta rutina. Su transpiración le daba frío, quería estar en su casa, no permitir que nadie la obligue a los esfuerzos de ningún tipo. Pero mientras lo pensaba trotaba y así de tanto trote, recuperó la marcha y corrió completando las vueltas que se le pedían. Luego debia subir una loma y bajarle rapidamente, y subiendo sentía un ímpetu diferente, el esfuerzo en escalar la entretenía y la bajada era más divertida. Así lo hizo varias veces. Cumplió con todas las actividades y luego quedaba la elongación. El hombre apoyó su pecho sobre sus piernas y la ayudó a realizar algunos movimientos. Luego le estiró los brazos, la espalda y ella sentía incomodidad. Prefería que no hubiera contacto físico, pero lentamente cedió la resistencia. Pudo notar cierto relax. Cuando volvió a su casa, su cuerpo sentía bienestar de tantos dolores musculares y al otro día se encontraría nuevamente con él. Pero esa noche llamó al entrenador y cambió el día de encuentro. Estaba muy dolorida, imposibilitada de ejercitar lo mismo otra vez pero el hombre le contestó que negarse a otra clase sería un despropósito y que él necesita compromiso y durabilidad. Ella no supo qué hacer al otro día cuando sonó nuevamente el timbre y el hombre no se rendía.
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ResponderEliminarJaja,me identifique mucho con mi Marte cuadrando saturno...Marte quiere todo Rápido y fácil, pero saturno dice: momentito que esto requiere de mucho esfuerzo, perseverancia y disciplina..a veces marte también le exige menos rigidez, al tozudo Saturno,y visceversa...Marte le EXIGE esfuerzo al sedentario saturno..
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