Suena el teléfono pasada la una del mediodía, arruina el silencio. Allí estaba la mujer anciana sentada a la mesa del comedor. Atiende y era su hija mayor avisando que llegaría más tarde a almorzar porque su hijo, el nieto, no llegaba a tiempo y que........inmediatamente la interrumpió: -avisá antes lo que vas a hacer, porque acá preparé mucha comida pensando en todos, ahora está todo frío, no me entra en el freezer, además estoy cansada, estuve estos días muy engripada y no entienden que no puedo hacer semejante esfuerzo al cuete. Pero me imaginaba porque ustedes son así.....-y se despidieron mal. El almuerzo se había suspendido.
Media hora después llega el nieto sin recordar el día, distraído y torpe, la madre lo reta por hacer siempre su voluntad y se va de la casa con un portazo.
La fricción la generó el reinado perpetuo de la abuela ó el hambre de la hija ó el egoísmo del nieto. Finalmente ninguno almorzó en ningún lado, la familia completa no se reunió y nadie quedó satisfecho. Y lo que verdaderamente generó la fricción fue la dependencia.
Uff terrible, me siento muy identificada
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