La mirada en el piso al caminar. La cabeza indomable, mente que lo entretiene mientras mastica el chicle y escucha la música con auriculares. La vista hacia abajo, hacia adelante, hacia adentro, sin ver nada más que fragmentos de sus laberintos mentales. Es con lo que se entretiene. Tortura acostumbrada y de memorias constantes, repitiendo pensamientos, agregándole opciones nuevas, más la sensación siempre la misma. Su yo protagonista, ensimismado ego que pretende aislarse de las encrucijadas que nos vinculan a todos. Cruza calles, esquiva autos, espera en semáforos y la vista automática viviendo solo la propia existencia completa.
De pronto levanta los ojos directamente hacia un punto a lo alto y hacia el costado, como si hubiera escuchado un silbido ó su nombre, ó un llamado. Con la boca semiabierta, falto de conciencia, evidentemente desinteresado, sin motivación alguna, salvo el acto reflejo...de pronto allí, adonde él miró sin saber por qué.....una cara lo veía fijamente desde la ventanilla de un colectivo.
Lo distrajo cabalmente. La soledad no existe.
La luna
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