Neptuno oposición Mercurio

Tirada en la cama todos los días cual enferma pero sin  ningún malestar físico, ni hormonal, ni social, ni mental. Es un estado anímico del alma, algo imposible de dilucidar desde lo tangible, algo imposible de consolar por ningún ser vivo, piensa ella.  Y no vive sola. Algunos horarios que cumplen los que conviven en su casa la hacen sobre-actuar la actividad a la fuerza. El marido vuelve del trabajo a la misma hora de siempre y la ve a ella buscando entre libros alguna cosa, con la computadora prendida y un vaso de bebida fresca. La saluda y la nota a tono con la luz del sol que entraba todavía por la ventana de la terraza. Ella mostraba interés en alguna cosa pero mentía su ocupación, mentía su posición frente a cada día. Hacía unos pocos minutos que había saltado de la cama, puesto su mejor ropa, acomodado su cabello, pintado sus labios con un color pastel para tener mejor semblante, barrido rápidamente el piso de su habitación, lavado los platos con rapidez y acomodado el cuarto de su hijo pequeño que en una hora debía buscar en la escuela. Su marido le preguntó qué había hecho ese día y ella mintió tranquila que había limpiado a fondo la casa, que había leído suficiente y que ahora al fin tenía unos minutos para estar en la computadora y revisar sus mails. 

Los días, las semanas, los meses pasaban así, lisonjeramente por su pesar. Algunos sueños la despertaban a cualquier hora del día dejándola traumada por visiones futuras. El dolor del alma continuaba su osadía de ahuyentarle la razón de estar todavía viva. Estuvo tanto tiempo aletargada, sin ver crecer las flores de su balcón ni al niño que estaba criando. Su marido no la comprendería si ella explicara su pena, que tampoco podía argumentarla porque nada le faltaba ni en bienes, ni en salud, ni en afectos. 

Pero así ocultaba su egoísmo actuando de ama de casa, impermeable al amor ajeno, hundiéndose en sí misma porque es ella la que no se ama.