Sol Luna en Casa XII

Cuando vuelve a su casa hastiado de las relaciones humanas,  apaga las luces de su habitación y se queda quieto como si la oscuridad fuera una manta que lo abriga y lo aplasta en su posición horizontal.
Son las luces y las relaciones las que lo alborotan, lo ponen tenso, ansioso, expectante. Siente el deber todo el tiempo de decir cosas inteligentes, la exigencia de estimular  la gente, ser fiel consigo mismo y diplomático en las cenas y nunca dejar de ser original para evitar el olvido.
Hasta que estalla en disconformismo, abatido por las presiones de tanta demanda de luces y rostros, se aleja tomando el primer taxi  con la culpa de haber sido cruel con lo innecesario. 
Nervioso se aleja a su casa, y allí inmediatamente baja las luces, escucha la calma de estar solo, sin pretensiones ni miradas. Si no lo hiciera, si no pudiera encerrarse en la oscuridad, la luz contínua lo dejaría epiléptico emocionalmente, la gente lo secaría exprimiéndole la savia propia y no volvería  a recuperarse para la próxima exposición pública ó estreno individualista. 

1 comentario:

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